Quizás todavía sea pronto para dar por terminadas las dudas sobre la fragilidad de algunos bancos estadounidenses y europeos en época de acelerada suba de tasas por parte de los bancos centrales, pero el mercado pareció dar por terminado el temblor causado por el colapso de Silicon Valley Bank. La acción decisiva de los reguladores fue clave para desactivar corridas contra los depósitos.
Con el inicio de una nueva semana, mucho cambió respecto a las prioridades de los inversores a la hora de decidir dónde poner su dinero y de dónde sacarlo a toda velocidad. La quiebra de Silicon Valley Bank generó el temor de una crisis sistémica que tenía el potencial de hundir al mundo en otra crisis como la de 2008. Pero la reacción de la Reserva Federal, el Banco Nacional de Suiza, el Banco Central Europeo y hasta un consorcio de bancos americanos pareció recuperar la confianza de los inversores.
Queda por ver, en el futuro cercano, como la continuidad de los apretones monetarios con los que los bancos centrales buscan torcerle el brazo a la inflación, afecta los balances de las entidades financieras. Pero el riesgo más inmediato, el de que una corrida contra los depósitos de un banco se transforme en una corrida generalizada contra los depósitos de todo el sistema.
¿Cómo se desactivó ese peligro? La reacción inmediata del Departamento del Tesoro de los EEUU, la Reserva Federal y la FDIC -la agencia aseguradora de depósitos- que el domingo 12 de marzo decidieron respaldar a todos los depósitos de Silicon Valley Bank amparándose en el Acta Frank-Dodd que permitió al Gobierno cubrir colocaciones por encima del tope regulatorio de USD 250.000 en caso de riesgo sistémico fue uno de los pasos.
La intervención fue complementada del otro lado del océano por el Banco Nacional de Suiza y FINMA, el regulador suizo, que forzaron la compra de Credit Suisse -otro banco en problemas- por parte de su rival UBS, también por la intervención de 11 grandes bancos estadounidenses que depositaron USD 30.00 millones en First Republic Bank -otra entidad que tambaleaba- y, finalmente, por las declaraciones de la secretaria del Tesoro de los EEUU, Janet Yellen, quien se comprometió a reaccionar con más rescates a depositantes en caso de ser necesario (una promesa de grandes proporciones, porque las normas estadounidenses sólo pueden intervenir de esta maner ante un riesgo sistémico claro).
Repentinamente, la seguridad de que los depósitos quedaban respaldados hizo que el apuro por retirar depósitos perdiera fuerza.
¿Alcanzará con eso? Lo que hizo explotar a Silicon Valley Bank y trastabillar a decenas de otros bancos fue una excesiva exposición a bonos del Tesoro de los EEUU en tiempos de subas de tasa de la Fed. A medida que sube la tasa de los bonos, los bancos que más títulos tienen en su cartera pierden dinero: una suba de tasa implica una baja de precio para esos títulos, y eso pone en duda su capacidad de responder por depósitos.
Entonces, aunque la garantía de que los reguladores actuarán rápido diluye el temor sobre el futuro de los depósitos, la continuidad de la batalla de la Fed y otros bancos centrales contra la inflación hace que se prevean más subas de tasa y más dolor para los balances cambiarios cargados de bonos del Tesoro.
Como antes del terremoto bancario, entonces, el principal motor del mercado vuelve a ser la incertidumbre respecto a qué hará la Fed con las tasas.